MITO O LEYENDA?

Entre los años de 1670 y 1680 en la casa marcada con el número 3 de la calle de la puerta falsa de Santo Domingo, en donde vivía un clérigo con una mujer. Como bien sabemos, los sacerdotes no pueden casarse o vivir en union marital con alguien; sin embargo este hombre la tenia como su legítima esposa.
No lejos de ahi, en la calle de las rejas de Balbanera, habia una casa que vivía un herrador que era gran amigo del clerigo, quien estaba al tanto de la vida de su compadre, aunque esto no significaba que estuviera de acuerdo con eso, pues fueron varias veces las que le aconsejo que dejara esa vida torcida que lo llevaria a la perdicion, pero fueron en vano sus consejos.
Cierta noche en el que el buen herrador estaba ya dormido, oyo llamar la puerta con fuertes toquidos, que le hicieron que se despertara y levantarse mas aprisa. Salio a ver quien era con temor, pues por lo avanzado de la hora pensaba que podian haber sido ladrones. Cuando abrio la puerta se encontro con dos negros que conducian una mula y que ademas llevaban un recado de su compadre el clerigo, suplicandole que herrase inmediatamente a la mula por que muy temprano tenia que irse al Santuario De La Virgen De Guadalupe.
Reconoció en efecto, la cabalgadura que solia usar su compadre, y aunque maltalante por la incomodidad de la hora, aprestó los chismes del oficio y clavo las herraduras en las patas de la mula.
Concluida la tarea, los negros se llevaron a la mula, pero dandole tan crueles y repetidos golpes, que el herrador les reprendio agriamente su caricativo proceder. Al dia siguiente, muy de mañana, se presento en casa de su compadre para saber por que iria tan temprano al santuario, y hallo al clérigo aun recogido en la cama al lado de su manceba.
- Vaya sorpresa compadre, mire que despertarme tan de noche para herrar a la mula y todavía lo encuentro debajo de las sabanas. ¿No hara el viaje?-.
El clerigo lo miro con extrañeza.
- No he mandado a herrar ninguna mula, ¿y de que viaje esta hablando?- replico
Al contarle lo sucedido, llegaron a la conclusión de que le habian jugado una broma al buen herrero. Para celebrar, el clérigo quiso despertar a su mujer, pero ella no respondía. Movio su cuerpo, el cual estaba rigido, no se notaba respiración en ella. Habia muerto.
Los compadres descubrieron a la mujer, asombrándose cuando vieron que en cada una de las manos y pies tenia unas herraduras con clavos que el herrero habia puesto a la mula la noche anterior. Repuestos de su asombro, se convencieron de que aquello era justicia divina y los negros eran demonios salidos desde el mismisimo infierno.
Ante caso tan aterrador y por acuerdo de los testigos, se abrio una fosa para enterrarla a la mujer, guardando el mas profundo secreto entre los presentes.

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