LA FERIA DE DRAWN Parte 1
Richard despertó. Sentía frío, con la poca luz que había en la habitación no lograba visualizar en dónde estaba. Después de unos segundos, se percató que sus brazos y piernas se hallaban encadenadas, empezó a preocuparse. Miró a todos lados, se dio cuenta que no se encontraba solo, en los rincones del lugar había cuerpos.
—Oigan... ¿Qué es lo que pasa?, ¿qué hago aquí? —gritó.
No recibió respuesta, pero los cuerpos empezaron a moverse, se acercaban cada vez más a él. Volvió a intentar quitarse las cadenas, esta vez con más preocupación y miedo. Con la luz pudo ver quiénes eran los cuerpos, aunque no los reconoció. Eran seis hombres adultos.
—¿Por qué me hacen esto? —gritó.
No sabía qué había pasado antes, solo que, en un punto, antes de llegar a su casa, todo se había vuelto negro. Nadie le decía nada y cada vez todo se estaba volviendo más aterrador. Dos de los hombres estaban echando polvos alrededor de la mesa donde se hallaba. Vio con más atención y se dio cuenta que, la madera estaba pintada con símbolos extraños, en realidad, muchas partes del lugar estaban pintados con signos que él no lograba entender.
Al ver esa circunstancia, recordó las noticias en donde hablaban de eventos con esas características, al final, siempre encontraban restos de personas calcinadas.
—Por favor... —decía con la voz quebrada—, sáquenme de aquí, no he hecho nada, por favor... no quiero terminar así, no quiero, no quiero. —La manera en la que hablaba, se volvía cada vez más desesperante. Las lágrimas caían.
Los responsables de ese acto no les importaba en absoluto los lloriqueo de Richard, habían estado haciendo lo mismo por mucho tiempo, pero no sabían el porqué de sus fallos. Durante las veces en que habían querido liberar a una entidad para obtener información sobre las puertas del otro mundo, casi siempre el recipiente moría quemado. A veces duraban más tiempo, otras con solo iniciar el rito el cuerpo se prendía en llamas. No existía demasiada información con respecto a hacer bien ese tipo de rituales, al menos, no en las bibliotecas comunes, ya que, las brujas eran las que tenían el mayor conocimiento de hechizos, pero si pisaban el territorio de estas no llegarían muy lejos. Así que, solo quedaba experimentar y tratar de sacar alguna conclusión coherente respecto al resultado.
Los seis hombres se posicionaron e iniciaron el rito. No podían perder más tiempo, todos estaban ansiosos por ver qué ocurría. Murmuraban, tenían una mano extendida hacía Richard.
Este estaba más desesperado, se movía lo más fuerte que podía tratando de, alguna forma misteriosa, que las cadenas se rompieran y él pudiera salir. Los signos que estaban por toda la habitación se iluminaron, aunque, para Richard eso no era dar luz, ya que, el lugar se llenó de una sombra púrpura, la cual se hacía cada vez más fuerte, dando una atmósfera más escalofriante a los rostros de los hombres.
De pronto, los seis vociferaban palabras inentendibles. La mesa en la cual se encontraba Richard también se iluminó, ahora todo estaba bajo un manto de sombra púrpura.
—Déjenme ya... por favor, no hagan esto —gritaba en llanto.
La sal y el azufre que colocaron comenzó a arder, Richard percibió como el calor subía en el lugar, como las manos de los seis extraños también tenía un resplandor. La sombra se hizo más intensa y Richard podía sentir como la piel se le quemaba. Gritaba de dolor, tiraba de las cadenas lo más fuerte que podía, pero le fue inútil. Su mente se repletó de imágenes desagradables, recuerdos o sueños, no sabía cómo llamarlos, en los cuales se veía un sitio árido, cubierto por una niebla densa y morada, en la cual albergaban seres que jamás había reparado en su existencia.
Los miembros del culto de los tres diamantes gritaban a todo pulmón, de sus palmas salía toda la energía que eran capaces. Todos estaban igual de emocionados, Richard estaba asimilando muy bien el poder, sabían que no debían hacerse esperanzas, pero era inevitable, tantos años buscando personas de diferentes localidades, creyendo que de alguna forma eso influía. Estaban cerca.
La piel de Richard estaba cambiando, su cuerpo se inflaba de a poco, pero lo que más le preocupaba, era que sentía que algo más ocupaba su organismo. Algo más, aparte de su propia alma, estaba intentando apoderarse de todo. Intentó defenderse, pero no lo logró. Aquella entidad lo destruyó sin esfuerzo. El cadáver pasó a ser un simple recipiente.
Los seis se emocionaron, a ese punto todos los experimentos terminaron en fuego. Observaban como el recipiente se estaba inflando de forma grotesca, la piel se quemaba por todos lados. Poco a poco se deformaba, quedando una criatura horrorosa. No tenía cuello, sus piernas y brazos parecían más cortos en comparación con el tronco, la boca desmesurada y los ojos grandes de un color amarillo. El rito acabó, habían logrado traer a un demonio al mundo de los humanos.
La parte difícil había comenzado, el objetivo de ellos era poder retenerlo lo suficiente, de esa forma conseguirían la información que deseaban. Algunos del grupo ya estaban agotados, realizar ese tipo de hechizos dejaba exhausto a cualquiera, pero solo debían resistir. Volvieron a concentrarse para evitar que no escapara, no sabían cuánto tiempo tenían, pero estaban seguros de que, los sellos que colocaron, durarían lo suficiente para después enviarlo de nuevo al lugar de donde provenía.
El demonio se estaba acomodando a su cuerpo, percibía el poder de los hechiceros y los sellos que estaban en el lugar. Ninguno de los seis sabía que aquella entidad era mucho más fuerte de lo que esperaban, este había sentido su energía desde la primera vez en que habían intentado el rito, los acechó, esperando la oportunidad de salir del otro lado. Durante diez años estuvo asesinando a personas por no ser lo suficientemente fuertes para él, ahora que por fin se encontraba en la tierra, mataría a cualquier bruja o mago que supiera sobre la oscuridad. No dejaría que se lo llevaran nuevamente al otro lado.
Los seis presintieron el poder del demonio cuando este intentó liberarse de las cadenas, los sellos se activaron y lo retuvieron unos instantes, por un segundo creyeron que lo lograrían, pero entonces el ser usó su fuerza para salir de las cadenas y destruir los signos de protección. Al ver como la madera se partía sin esfuerzo, supieron que estaban bajo una trampa. «Maldito demonio oportunista», pensó uno de ellos. La criatura los mandó a volar cuando bajó de la mesa, chocaron contra la madera, uno de ellos quedó inconsciente.
Fue un golpe repentino y poderoso. Los hechiceros, cansados, volvieron a intentar retenerlo, aunque estaban seguros de que no lo lograrían, ya estaban perdidos, los signos habían dejado de funcionar. La criatura no los tomó en cuenta, solo destruyó una zona de la cabaña para poder salir. Estaba en medio de un bosque, se encontraba desorientado, nunca había estado en la tierra, se sentía libre. Para que ninguno de los seis intentara hacer algo para que él volviera a su agujero, utilizó su energía para derribar la casa. Ninguno de los cinco tuvo el tiempo suficiente como para salir, el techo los aplastó de inmediato. El demonio se carcajeó al ver la estructura caída. «Estúpidos», se dijo. Acto seguido, se encaminó hacia algún lugar donde pudiera vivir.
El verano ya había llegado. Un sol radiante invadía la ciudad de Drawn. En una tienda, se encontraba Oriana hablando con el cajero.
—¿No le gustan los espectáculos?
—Me parecen un tanto aburridos —respondió este.
Oriana, mostrándose un tanto coqueta, a pesar de sus cincuenta y tres años, todavía tenía un encanto para los adultos mayores, le dijo:
—Pues eso significa que no has visto lo que es un verdadero espectáculo, por ejemplo, mi especialidad es el canto —dijo canto manteniendo una nota en la sílaba “to”.
El hombre se sorprendió.
—Vaya, tiene una hermosa voz.
—No es lo único que tengo de hermoso. —Los dos se rieron.
En el fondo, Julia, Linda y Rafael, estaban guardando los alimentos en una mochila. Fideos, enlatados y arroz era lo que más echaban. No podían permitirse la carne, tan solo el refrigerador de Oriana funcionaba y no le quedaba demasiada batería a la caravana.
Oriana se percató que el cajero giró la cabeza para ver a los otros clientes, así que, le tocó el rostro.
—Si te da curiosidad mi acto, visítenos uno de estos días en la feria que abrirá en una semana. Me verás vestida mucho mejor que ahora y te cautivaré con mi voz.
—¿Cómo una sirena?
—Mucho mejor que una sirena —le dijo al oído.
El hombre le sonrió.
—Mientras tanto, me gustaría llevarme esta agua mineral. —La subió al mesón. Los otros tres se pusieron detrás de ella.
—Son dos burgos.
Oriana le pasó el dinero. Antes de que el cajero pudiera seguir observando las caderas de ella y descubrir las mochilas llenas de mercancía, Rafael lo tocó y le preguntó:
—¿Cuánto cuestan las revistas que están ahí?
Oriana recogió las mochilas y salió de la tienda. Luego de que los tres pagaran cosas muy baratas. Todos se subieron al remolque de Oriana, el cual tenía enganchados los de Julia, Rafael y Linda, estos últimos vivían juntos.
—¿Cuántos sacaron?
Rafael se subió al asiento del piloto y encendió el auto.
—Trajimos lo suficiente como para no volver a hacerlo en unas semanas, más o menos —respondió Julia.
—Pobre hombre —dijo Oriana—, esperemos que esta pérdida no sea muy grande. —Todos tenían un rostro de arrepentimiento.
—Pensemos positivamente, cuando la feria abra, lo más probable es que se llene por completo, así que, recuperará todo —contestó Rafael esperanzado.
El auto inició su recorrido. Los cuatro hacían eso cuando era extremadamente necesario, a veces Linda era el señuelo, otras lo era Julia y así se turnaban cuando el momento lo ameritaba. Llegaron a la feria, se estacionaron y todos visualizaron el lugar.
—Que lindo —dijo Linda.
—Drawn siempre ha sido un sitio que nos ha traído suerte —contestó Oriana.
El lugar era muy grande, había varios juegos por toda la zona, el sitio estaba cubierto por un gran bosque. Oriana caminó hacia uno de los juegos que se instalaba, era un laberinto hecho de plantas de plástico.
—Este lugar sí que ha cambiado con los años —aclaró Julia.
—Sí, antes tan solo cabía la carpa de espectáculo y unos cuantos juegos. Supongo que saben que las ferias brindan una buena suma de dinero.
—¿Crees que este año sea diferente? —preguntó Rafael.
—Solo hay que tener fe, cariño. Drawn siempre nos ha traído suerte, ¿no lo recuerdan?, esperemos que no le haya pasado lo mismo que a las otras. Estoy segura que Drawn aún ama a los artistas. —Oriana sonó lo más entusiasmada que pudo—. Bueno, es momento de arreglarnos, tenemos una semana para establecer los horarios y practicar. A movernos —dijo aplaudiendo.
Ella siempre había sido la que alentaba a sus hijos, durante los veinte años que llevaban juntos, Oriana los tranquilizaba cuando tenían dudas sobre lo que podría ocurrir. Necesitaba que su ambiente de trabajo estuviera tranquilo y calmado, porque de no ser así, sería imposible salir adelante.
Esa tarde, discutieron de qué se trataría su show. A todos les gustaba contar una historia, a veces era una romántica, triste, terrorífica o fantástica. Lo importante eran los vestuarios, estos daban el poder de contar lo que sea, pero en la situación que se encontraban ahora, tan solo podían replicar la románica.
—Lo bueno es que, el vestido que me hizo Eleonor aún está a la perfección, será la ropa perfecta para abrir el espectáculo —dijo Oriana.
—Todavía está esperando los cincuenta burgos que le debes —dijo Julia.
Al decirlo, Rafa, Linda y Julia se rieron.
—Como te hubiese encantado que ella te hubiera hecho uno —declaró Oriana con tono burlón.
Los cuatro se hacían ese tipo de comentarios de vez en cuando. Era su forma de apaciguar las circunstancias.
—¿Qué me dices de la música? —preguntó Rafael.
—Tan solo tenemos un parlante, tal vez podría pedirle prestado uno a los encargados de la feria.
—Tendremos que instalar los trapecios, ¿el baile será el mismo que ocupamos siempre cuando realizamos el acto romántico? —preguntó Linda.
—Es mejor no arriesgarse. Hagamos algo que funcione y los maraville, así tendremos más oportunidad de que difundan lo que hicimos.
Estuvieron un rato más conversando, hasta que Linda dijo:
—Bueno... ¿quién tiene hambre?
La comida la preparaban en el remolque de Julia, allí hacían lo suficiente como para que comieran lo mismo dos días más. Esta vez, era arroz acompañado con verduras en lata. Los cuatro sabían cocinar, pero al ser la casa de Julia, esta hacía el almuerzo.
—Espléndido —dijo Linda.
—Quien quiere comer en un restaurante cuando tenemos a una chef de primera aquí —dijo Oriana.
Los cuatro se rieron.
Después de eso, Oriana fue a preguntar a los hombres que estaban instalando juegos, si tenían un parlante que le pudieran prestar:
—Nosotros no, pero muchos de los puestos pequeños traen sus parlantes para anunciarse, también el que realiza el bingo. Ellos vendrán el sábado, tal vez tenga suerte.
—Gracias.
Ya era de noche. Antes de dormir, Linda y Rafael platicaban sobre cosas. La primera fue la que inició la conversación:
—¿Crees que algo cambiará?
Rafael levantó la cabeza.
—¿Sobre la suerte?
Su novia, la cual la consideraba una esposa, solamente que no habían podido casarse, asintió.
—Es imposible decirlo, practicamos el arte más aleatorio que existe, en algunos lugares puede haber suerte, en otros no, a veces estás meses sin nada, otras estás un año recorriendo el país.
Todas esas cosas las habían hecho.
—Llevamos cuatro años en esta situación, no conseguimos nada en Vayr, lo único que hicimos fue marcar nuestra presencia, la cual, cada vez es más olvidada —dijo con un tono de desilusión.
—Lo sé, también estuve allí, pero así son las cosas. Solo nos queda esperar.
—Esa no es la única opción. —Linda lo miró fijamente.
Rafael entendió muy bien lo que quería decir, esa idea había comenzado a carcomer su cabeza el año pasado. La primera vez que lo dijo fue muy convincente, pero luego venían los sentimientos respecto a abandonar el grupo.
—No podemos quedarnos aquí por siempre, es imposible tener una vida en estas condiciones. En algún punto todo esto debe acabarse. —Cada vez que Linda hablaba al respecto, lo hacía un tanto desesperada, como si estuviera asustada.
—Yo sé que es así, pero... ¿qué ocurrirá con Oriana?
—Oriana nos ha dado todo lo que hemos necesitado, es... prácticamente es nuestra madre, pero ya es momento de pensar en cosas más grandes. ¿Nunca has soñado con estar trabajando en una escuela, en un lugar específico, enseñándole a tus hijos el arte de las acrobacias?
Claro que se lo había imaginado, desde hace mucho tiempo ese era su objetivo, pero tampoco podían irse sin más. No tenían educación, tan solo sabían respecto a las ganancias, ¿cómo podrían encontrar trabajo?
—Ese momento llegará, te lo prometo, pero primero necesitamos reconocimiento. Lo único que nos queda es esperar a que este año sea diferente.
—¿Y si no lo es?
Rafael se quedó callado. Si aquello era verdad, lo más probable era que, todos morirían en la calle si no hacían algo al respecto.
Podía decir todas las excusas que se le ocurrieran, pero en el fondo, estaba muy consciente que la razón número uno de que continuara en el grupo, era el dejar sola a Oriana y Julia, sobre todo a la primera. Tenía un enorme aprecio hacia ella. «Si la abandono, ¿qué ocurrirá con ella?». Sabía perfectamente que Oriana no podría subsistir solo con Julia, el encanto estaba en que actuaban como grupo. Lo más probable, si es que ellos se iban, era que no volverían a verlos y si era así, aunque le doliera aceptarlo, el destino que tenía en mente hacia su madre, era la muerte.
La conversación quedó hasta ahí. Linda se desvistió y se acostó. Rafael hizo lo mismo minutos después.
Cuando el sábado llegó, Oriana fue a revisar los puestos pequeños, fue preguntando uno por uno, algunos no usarían parlantes, otros no le iban a prestar el suyo bajo ningún concepto. Hasta que llegó al puesto de Estefan.
—¿Qué es lo que quiere señorita? —dijo con una sonrisa coqueta.
Al verlo, supo que era un desgraciado.
—Hola, mi nombre es Oriana. Solo quería preguntarle si podría prestarme el parlante que usted usará, para mi función, la primera es desde las siete hasta las nueve y la segunda de las nueve y media hasta las once y media.
—¿Un show?, ¿de qué clase?
—Un espectáculo de baile y canto —dijo canto manteniendo el tono en la sílaba “to”.
—Bueno, si quiere puede usarlo. —Oriana sonrió de inmediato. Antes de que pudiera acercarse y decirle las gracias, él levantó un dedo—, pero yo debo ganar algo a cambio. —La misma sonrisa que antes, con la diferencia que esta vez era más siniestra.
Oriana ya había lidiado con estúpidos así, siempre prefería golpearlos en la entrepierna que aceptar sus condiciones, pero ya no se encontraba en una situación en donde esa opción era viable. Llevaban cuatro años vendiendo sus cosas para obtener dinero, robando comida y vestimentas para la ocasión. Necesitaba ese parlante extra, sin la música, todo su acto se convertía en algo insípido. «Por favor... que este verano sea distinto», pensó con miedo.
—¿Qué pretendes? —contestó con un tono que simulaba felicidad.
Estefan se acercó a ella y la llevó a los baños más cercanos de la feria.
Cuando terminó, Oriana recogió el parlante y el hombre gritó:
—Puedes usarlo cuando quieras, amor, si quieres más de esto solo pídelo. —Rio al final.
Lo primero que hizo Oriana después de colocar el parlante en su remolque, fue ir al bosque y vomitar. No podía quitarse las imágenes de la cabeza, estaba furiosa consigo misma, hubiese deseado haber apuñalado al sujeto, pero esa no era una opción real. Era la primera vez que hacía ese tipo de tratos, durante los veinte años que estuvo haciendo sus espectáculos, nadie le insinuó a hacer ese tipo de cosas para que apareciera en un canal u otro tipo de beneficios, tal vez era porque nadie los quería, tal vez era porque no eran muy buenos. Se sentía sucia, pero se hacía sentir mejor convenciéndose de que era necesario. Salió del bosque y volvió a la carpa. Sus compañeros estaban practicando piruetas. Nadie le preguntó nada al respecto, Oriana apareció como de costumbre: una sonrisa en el rostro, bien vestida, derecha. Todo para disimular lo preocupada que estaba respecto a los siguientes meses. Un beneficio que tenía el lugar, era que habían dejado varías luces en la bodega, además de una pequeña jaula con ruedas para transportar las cosas, así que, eso ya estaba solucionado, tan solo quedaba posicionar todo y el lunes darían el show más grande y maravilloso de la ciudad.
En la noche, cuando habían terminado de cenar el arroz con un poco de tomate enlatado, Oriana veía como las luces de algunos juegos se prendían y apagaban. Estaba algo asustada con lo que pasara en los siguientes días. Hacía ya dos años que empezó a notar como su voz no sonaba igual que antes, no era por un resfriado, tan solo sus cuerdas vocales estaban siendo afectadas por los años. No sabía cuántos años más le quedaban para continuar con el grupo, si es que lo hacían, ella estaba muy consciente de las necesidades de Linda y Rafael como pareja, él mismo le había dicho varias veces que deseaba tener una familia con ella, enseñarles a ser igual de gimnastas que sus padres. Ella se había reído al imaginarse a varios niños jugando.
—Tú serías la abuela, ¿no te gustaría tener nietos? —le había dicho.
—Por supuesto, esperaba que tú me dieras ese regalo.
No le gustaba imaginarse ese escenario. Ver como Rafael y Linda se largaban del grupo le provocaba un miedo tremendo. Porque, sin ellos, solo serían Julia y ella, y estaba muy segura de que no durarían demasiado en el mundo del espectáculo. Prácticamente iban a estar condenadas a la calle. Se sentía culpable al respecto, Oriana siempre hacía algo para hacer que su grupo durara, que se sintieran bien y al mismo tiempo mal por pensar en abandonarla. Sus hijos ya tenían treinta años, no podía seguir teniéndolos ahí, pero tampoco deseaba perecer. «No duraría ni un año sin ellos», pensaba cada vez que esa idea entraba en su mente. En ese momento, Julia entró en la caravana.
—Julia... ¿qué ocurre?
—Nada especial, tan solo quería verte, Rafa y Linda están en su casa, así que, solo quedo yo.
—¿Cómo les fue en la práctica?
—Perfecto, ya estamos coordinamos, así que no te preocupes por nuestra parte.
—Jamás he sentido eso, verlos hacer ese tipo de acciones es maravilloso.
—No sería nada sin tu buena voz.
—Julia —dijo después de un rato—. ¿Nunca has pensado en querer hacer otra cosa que no fuera esto?
—Por el momento no, estos veinte años han sido los mejores de mi vida.
—¿Jamás has pensado en querer explorar otras alternativas?
—No lo sé en realidad, me he sentido muy cómoda con ustedes, además, ustedes son mi familia, no tengo otro lugar a donde ir. Tú siempre me has guiado.
—¿Y si yo no estuviera?, ¿qué ocurriría entonces?
Julia se quedó callada unos momentos.
—Esperemos que ese día nunca llegue. Cuando acabe este verano, ese será un tema del cual debamos hablar, pero por el momento, concentrémonos en conseguir el suficiente dinero para irnos a otros lugares.
Oriana giró la cabeza hacia Julia, ella pensaba igual, concentrarse en el ahora más que nada. Eso la tranquilizó un poco.
—¿Quieres jugar a las cartas por mientras? —preguntó Oriana.
—Espero que no hagas trampa.
Oriana se sorprendió.
—Eres una cínica... —declaró con exageración—, las cartas están en ese mesón.
Estuvieron jugando una hora.
No podían pagar por publicidad, tan solo había un cartel en el cual estaban los horarios de las funciones. Ninguno de los cuatro estaba nervioso por el espectáculo en sí, ya habían estado haciendo eso por mucho tiempo, la vergüenza, el temor de salir a escena, el pensar que lo harían mal, ya no existían, en cambio, habían sido reemplazados por otro sentimiento que ellos consideraban mucho peor: La decepción. Este no se encontraba en el momento de realizar el acto, sino, antes y después, pensar cuántos asientos se llenarían, cuánto dinero recaudarían, si el evento fue lo suficientemente bueno como para difundirlo.
Veían como el tiempo iba pasando. Linda era la que estaba más nerviosa, aunque lo disimulaba muy bien. Cuando quedaban diez minutos para el primer show, Oriana comenzó a decirles:
—Este es nuestro primer día en la feria, no tiene por qué llenarse de inmediato, recuerden que la mejor publicidad siempre será el boca a boca, así que, solo debemos darle tiempo para que todos los asientos sean ocupados —hablaba con una gran sonrisa falsa—, estos días tan solo disfruten de lo que hacen, háganlo con las ganas que siempre han tenido, sean parte del acto, provoquen que este tenga vida.
—Es cierto, el primer día no lo dice todo. Tengamos calma y bailemos lo mejor posible —respondió Rafael.
—Bueno... tenemos todo el verano para causar furor —dijo Linda, la cual se sintió mejor después de las palabras de Oriana.
—No diré que nos rompamos una pierna porque si ocurre, no tenemos cómo pagarla —dijo Oriana de repente.
Todos se rieron, les encantaba ese aspecto de su líder. No sabían cómo, pero ella percibía cuando su grupo estaba mal y necesitaba ayuda, de una forma u otra, encontraba las palabras necesarias para aliviarlos. «Tal vez por eso escribe canciones tan hermosas... es una madre que solo quiere ver triunfar a sus hijos», pensó Rafael.
Ya eran las siete de la tarde. Oriana tenía la fe puesta en que al menos, la mitad de los asientos estuviera ocupado, pero al salir, tan solo había veintiséis personas. «Al menos son veinte», al decir eso, salió de su escondite y dijo:
—Buenas tardes damas y caballeros, les agradezco que estén aquí. Hoy será un día maravilloso, les espera unos momentos repletos de emociones.
Al decir eso, Rafael, que se encontraba detrás, encendió el foco con luz verde, Oriana le había pegado papel celofán para crear el color, el cual, al alumbrarla, cambió de color su vestido a negro. Pudo oír cómo algunos se sorprendían. Después de eso, la música de fondo, la cual era de un ritmo rápido, sonó. Había sido grabada cuando ellos estuvieron en sus momentos de oro, tenían varias. Después de eso, Oriana empezó a cantar. En ese instante, se olvidó por completo de sus problemas, se encontraba en una realidad donde era feliz, sin preocupaciones, haciendo lo que siempre soñó. La tela que estaba detrás de ella se abrió y Linda empezó a bailar lo mejor que podía, sus movimientos tenían gracia y fluidez, los espectadores se encontraban gratos. Luego de unos minutos apareció Rafael y los dos comenzaron a moverse al unísono, la música veloz, el canto rápido de Oriana, los pasos elegantes de los dos, todo eso provocaba una atmósfera más que excitante. Los veintiséis que estaban allí no parecían aburridos, sino todo lo contrario, aunque ninguno de los cuatro lo vio. Sin previo aviso, de los aires apareció Julia agarrándose de los trapecios, los rostros de Rafael y Linda se afligieron, ya que, Julia se robaría a Linda. La agarró de los brazos y no se vio más. Después de eso, Rafael bailó solo y de forma lenta hasta que la pelea por Linda llegó. La música explotó y todo se volvió frenético. Rafael siempre miraba a los ojos a Linda cuando danzaban, a ella le encantaba que hiciera eso. Cuando los espectadores vieron que Linda elegía a Rafael en vez de a Julia, aplaudieron. Oriana terminó el acto manteniendo una nota por varios segundos. En ese instante, los cuatro volvieron a la realidad.
Se agarraron de las manos, hicieron una reverencia y Oriana habló:
—Muchas gracias por venir, que tengan una linda noche y vuelvan pronto.
Todos los espectadores se fueron felices, habían obtenido una función mucho mejor de lo que esperaban. Era evidente que tenían talento para realizar su arte, lamentablemente, eso no significaba que tuvieran éxito.
Mientras estaban en su periodo de descanso, platicaban al respecto.
—Veintiséis personas no están tan mal para el primer día —dijo Julia.
—No, además, todavía está la segunda función, así que, veremos lo que ocurre allí —contestó Rafael.
—Fue algo espléndido, chicos. Estuvo genial.
Oriana siempre se sentía feliz después de realizar un acto. Luego de que el tiempo pasara y diera la hora para el segundo evento, todos se pusieron en sus lugares. Para las nueve y media, tan solo había trece personas. Oriana estaba tan excitada que no le interesó la cantidad. Comenzó de la misma manera que la vez anterior y los cuatro realizaron el acto con el mismo entusiasmo de antes. Los trece espectadores se fueron maravillados para sus casas, pero eso no fue suficiente para que los recordaran.
La caravana de Julia y Rafael era usada para la ducha, aunque Oriana y Julia no se duchaban en la misma noche, terminaban muy agotadas para hacerlo. Linda ya había terminado, mientras su novio se bañaba, ella le hablaba:
—Treinta y nueve personas en total... ¿crees que el boca a boca funcione?
—Ya te lo he dicho, todo se trata de suerte.
—No puedes decir esa respuesta todo el tiempo, es como si yo dijera que voy a dar a un bebe al orfanato y dependiendo de la suerte que tenga, este podrá tener una vida feliz o infeliz.
Rafael cerró la llave.
—¿Esperas otra cosa?
—Tan solo quiero dejar de estar bajo la suerte, no me gusta que un montón de personas elijan las posibilidades que tengo.
—Es el camino que elegimos, esa es la vida de un artista.
—La vida de un artista no solo se basa en esas cosas, ¿crees que esos veinte años fueron de suerte?, ¿piensas que Oriana nos encontró a todos de suerte?, ¿nuestra relación fue espontánea?
Rafael salió.
—Eso no tiene que ver.
—Claro que sí, es la suerte. Es lo mismo para todos. ¿Tanta mala suerte tuvimos que simplemente nos hundimos?, ¿lo recuerdas?, como es de triste recordar esos buenos tiempos y que, de alguna forma extraña, todo se fue desvaneciendo. —Linda lo dijo todo con un tono de rabia.
Rafael sabía a lo que se refería, él también se había preguntado lo mismo. ¿Qué fue exactamente lo que ocurrió con ellos?, ¿a las personas les dejó de gustar la voz de Oriana?, ¿los pasos de Julia?, ¿el efecto que provocaban sus actos?, de una forma espontánea todo se había ido al drenaje y ellos nunca pudieron hacer nada, tan solo aceptarlo y sobrevivir al respecto.
—¿Nos están olvidando? —Linda le hablaba a la nada—, ¿si mañana morimos?, ¿nos recordarán?
—¿Eso es lo que temes?, ¿no ser recordada? —Se acercó a ella.
—No... tan solo es... el pensar que de pronto esto se acabe y mi vida no haya servido para nada. Mi futuro no puede depender de buenos recuerdos. Es imposible, ¿para qué continuar si el resto será lo mismo?
Rafael la abrazó.
—Siempre hay cosas destacables, aunque... en estos instantes no hay mucho que rescatar. ¿Cómo te sentiste en el momento en que estábamos bailando?
—Sentía que estaba en un estado de temple.
—Por ahora no tenemos otra cosa que hacer. Es lo que dice Oriana, hay que tener fe en lo que pasará.
Esa respuesta la había estado escuchando desde hace mucho tiempo. Julia y Rafael podían estar conformes con ella porque tenían un apego muy fuerte hacia su líder, pero Linda no, en el futuro, ella no se veía haciendo este tipo de cosas, acto que Rafael no compartía demasiado con ella. «¿Con quién preferiría quedarse?». No quería seguir hablando, le dio un beso en la mejilla, se desvistió y se durmió.
Mientras pasaban los días, los clientes eran cada vez menos, tenían paciencia, pero luego de una semana y media solo viendo entre ocho y once espectadores, hacía que los cuatro se quedaran helados. Oriana ya no cantaba en un ritmo vivaz, ahora todas las melodías eran lentas y algo apagadas, al igual que los movimientos de Linda, Rafael y Julia. La decepción había llegado, ya no se encontraban en ese lugar lleno de temple, les era imposible tranquilizarse durante el acto, en cada momento una visión al futuro los atacaba. En el caso de Oriana, la primera vez que lo vio, fue cuando vio a Estefan, este estaba sentado un tanto cerca de ella, con un rostro lascivo. Se quedó paralizada por uno instantes, se vio en la calle, cantando y con una lata al lado para las monedas. En las noches, iba a conseguir dinero extra realizando actos sexuales. No importaba que fuera, tan solo necesitaba el dinero. Después de un tiempo, y cuando su voz dejara de sonar tan bien, quedaría arruinada y moriría desolada y olvidada en algún sitio de una ciudad que no importaba. Acostada en la calle, con la piel putrefacta y las moscas alrededor. Los demás pasando al lado de ella preguntándose todo el tiempo: ¿Qué fue lo que le ocurrió?, ¿quién será? Cuando la canción terminó, no pudo evitar soltar una lágrima. Al intentar dormirse, la visión de su propio cuerpo putrefacto la atormentaba. ¿De verdad no había podido lograr nada?, ¿ese iba a ser su futuro después?, ¿una anciana que solo servía para dar mamadas?, si es que alguien la encontraba atractiva.
—Ese futuro no será el mío —se decía suplicante.
Pero no sabía cómo podía evitar llegar a ese destino, hasta el momento, todo apuntaba a la ruina. Continuar siendo la persona que tranquilizaba a los demás ya la estaba agotando. Ella sabía que sus compañeros no eran estúpidos, era evidente que todos conocían lo que pasaría si no cambiaban la situación. Lo hablaron muchas veces.
—¿Qué tal un cambio de apariencia?, tal vez nuestros movimientos no sean lo suficientemente sorprendentes —dijo Julia.
—El problema no es el baile, sinceramente ni siquiera sé dónde se encuentra el problema, ¿han visto los rostros de nuestros clientes?, se ven... maravillados, como si todas nuestras acciones le hubiesen llegado al corazón, pero aun así... seguimos aquí —respondió Linda.
—Las personas no saben apreciar el buen arte, esa es la respuesta —habló Rafael.
—Entonces nunca debimos continuar con este proyecto, ¿para qué continuar si nadie nos verá jamás? —Linda sonaba molesta.
—¿Te ves haciendo otra cosa? —preguntó Rafael.
—Sí, cosas en las que de verdad pueda ganar algo de dinero para no seguir robando comida, ahorrar para tener una vivienda propia y no tener que viajar por todo el maldito país para buscar suerte.
En Ese momento, Oriana tan solo escuchó, todo lo que decía Linda era verdad, se encontraban en una situación donde las buenas palabras ya no funcionaban. El grupo se estaba deshaciendo, ese iba a ser el desenlace hiciera lo que hiciera, pero al menos, el resto tenía oportunidades de realizar algún otro oficio, Oriana no. Siempre había querido ser cantante, desde que tomó la decisión de salir y probar suerte, estuvo dispuesta a todo, dejó de lado cualquier oportunidad que no tuviera que ver con su carrera de artista. ¿Se arrepentía de haber empezado ese proyecto? No. Si no fuera por ella, las tres personas que estaban enfrente no existirían. Rafael estaría muerto, Linda tal vez fuera una prostituta y Julia estaría en la cárcel. No tenía la respuesta del porqué de un momento a otro todos sus esfuerzos por obtener un reconocimiento fueron olvidados, a ella no le quedaba nada más que seguir intentando. ¿Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para salir adelante?, por supuesto que sí, lamentablemente, no poseía ninguna herramienta para salir del agujero.
—¿Qué piensas que debemos hacer? —le preguntó Rafael.
Se quedó callada por un rato, los tres la miraban. ¿Debía decir la verdad o hablar para tranquilizarlos?, estaba muy agotada para inventar palabras que sonaran bien.
—Esperar... es nuestra única esperanza. —Al decirlo, Linda se marchó de la carpa.
Un sábado, cuando la feria se encontraba cerrada, Oriana salió de la caravana, simplemente estaba caminando por el lugar, viendo como realizaban mantenimiento a los juegos. De pronto, uno de los hombres le llamó la atención:
—¿Usted es la que canta? —preguntó con los ojos entrecerrados por el sol.
—La misma —dijo haciendo una reverencia—, ¿por qué?
—¿Le ha ido bien?
Oriana no sabía si contestar esa pregunta. Se quedó callada.
—Si... es la misma respuesta que dan todos, están igual de desilusionados. Los que pensaron en ese laberinto de plástico... vaya, sí que fueron visionarios.
—¿De qué habla?
—Del laberinto, ¿no lo ha visto?
—Sí, pero... no sé a qué se refiere. He estado muy ocupada preparando los espectáculos.
—Si... bueno, no sé si sea tan necesario, ese maldito laberinto les ha estado robando la clientela a todos los juegos, ¿se lo puede imaginar?
Oriana estaba sorprendida.
—Ese laberinto... ¿se llena?
—Demasiado, no sé por qué, pero todo el mundo desea entrar a ese lugar. ¿Qué será lo que les atrae tanto?
Ella no podía creerlo. Creía que tan solo había sido desinterés de las personas, pero era mucho más grande que eso. La estaban reemplazando, su grupo estaba siendo destruido por unas malditas hojas de plástico. Se fue en dirección a la carpa. Al llegar, tan solo grito:
—Un puto laberinto, eso es lo que nos ha estado robando la clientela. Un maldito laberinto.
Los tres se sobresaltaron, estaban confundidos.
—¿A qué te refieres?
—Todo lo que hemos hecho, todas esas danzas, todos esos cantos... no han servido de nada. ¿Saben por qué?, porque los estúpidos clientes desean estar bajo el manto de unas hojas de mierda. No saben lo que quieren, no tienen idea de lo que buscan. —Estaba devastada. Solo podía imaginarse a ella muerta en la calle.
Los demás no sabían qué decir, no entendían muy bien de lo que hablaba, pero tampoco podían. No importaba lo que ocurriese en unos meses más, ellos no acabarían en la calle como Oriana, tenían años para realizar cualquier tarea. Esta se tranquilizó un poco. Salió de la carpa.
—Oriana... espera —dijo Rafael.
—Rafa... quiero estar sola, ¿okey?
—No creo que sea una buena idea.
—¿Y eso qué más da?, ya no hay mucho que rescatar. —Se dirigió al bosque.
—¿Qué me dices de hacer lo que queremos?, ¿estar juntos en esto ya no vale nada?
Oriana se detuvo.
—Tú sabes muy bien que eso no durará para siempre. El hacer lo que nos gusta ya no es suficiente… no estamos en condiciones de aceptar eso.
Rafael vio cómo se sumergía entre los árboles. Le hubiese gustado haberla ayudado.
No caminó en ninguna dirección en particular. No sabía lo que quería, tal vez solo deseaba ver el bosque que tenía alrededor, tal vez solo quería pensar en una solución, tal vez deseaba quitarse de la cabeza la escena de su cadáver. Cada vez que este se impregnaba en sus ojos, los cerraba rápidamente y pensaba en algo mejor, en sus tiempos de oro, cuando cantaba en algunos lugares de renombre o invitaban a su grupo para un acto en un sitio. Cualquier cosa era mejor que eso. «¿Qué fue lo que hice?, ¿cuál fue el error?», se preguntaba desesperada. «Estábamos tan cerca... casi lo logramos y ahora...». Se sentó y rompió a llorar, todo su pasado estaba siendo olvidado, su propia existencia no servía para continuar, no existía alguna solución. Jamás podrían remontar el juego, estaban perdidos y lo peor de todo, ella no sería la única que caería. Un gemido se escuchó.
Oriana dejó de llorar y miró a todos lados. Árboles y más árboles.
—¿Hola...?, ¿hay alguien ahí?
El gemido se volvió a escuchar, se levantó y empezó a inspeccionar alrededor de ella. Con cada paso que daba, ya no solo se oía el gemido, sino, una respiración cortada y débil. Alguien estaba tratando de sobrevivir. Siguió el sonido lo mejor que pudo y al dar la vuelta en un arbusto, encontró a una criatura moribunda. Tenía la piel quemada, sus piernas y brazos parecían pequeños al compararlos con su cuerpo inflado, no tenía cuello y su rostro era deforme y horrendo. Oriana vomitó de inmediato, la manera en que su boca se movía y su torso subía y bajaba le dieron náuseas. Verlo por mucho tiempo le provocaba un dolor de estómago a cualquiera, al menos a las personas que fueran cuerdas.
Después de tranquilizarse, caminó hacia el cuerpo. Tenía una apariencia humana, pero se debía tener mucha imaginación para verla. Oriana notó que, en su cuerpo, había puntas, le recordó a unas astas de reno. La criatura continuaba respirando, cuando iba a devolverse para buscar a Rafael, se acordó de algo. Cuando era niña, ella y su padre iban a la feria, la cual siempre tenía un espacio en donde se podían observar fenómenos: el chico deforme, la mujer horrenda, las niñas pegadas, de todo. Siempre esos lugares se llenaban de personas para observar lo desagradable del mundo. Volvió a mirar a la criatura, era lo bastante horrorosa como para causar furor. «Tal vez al fin nuestro golpe de suerte llegó», se dijo, para, a continuación, ir a buscar la jaula que transportaba los utensilios técnicos.
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